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BLÁZQUEZ SENSORIAL: TACTO DEL JAMÓN IBÉRICO

Pocos placeres gastronómicos son comparables con cortar una loncha de un Jamón Blázquez, tener ese primer contacto, cogerla con los dedos y llevarla a la boca. Hay algo mágico en ese gesto que quizá nos lleva a esos niños que todos hemos sido, que disfrutan comiendo con las manos como parte de nuestro aprendizaje y experimentación.

Se habla mucho del tacto en las manos, pero en el caso de los alimentos, las sensaciones del tacto en la boca son tan o más importantes que el propio sabor. Todos hemos desechado un bocado por su textura, aunque su sabor fuera excepcional. Además, el contacto nos da mucha información sobre un jamón ibérico, sobre su calidad o el proceso de curación. Si lo que tienes en las manos es un jamón Blázquez, te aseguramos la máxima calidad porque antes han pasado por las manos expertas de nuestros profesionales, que llevan décadas cuidando hasta el mínimo detalle del proceso artesanal de elaboración de un jamón.

Manos expertas que seleccionan los ejemplares de patas muy largas, finas y resistentes. Manos experimentadas de profesionales que conocen el oficio y que eligen con delicadeza cada pieza en nuestras instalaciones de Peñaranda y Crespos. Manos que cubren con sal cada jamón, que controlan la temperatura, la humedad y el PH en los secaderos naturales donde se curan los Jamones Blázquez.

Nos gusta decir que los pasillos de nuestras instalaciones no tienen nada que envidiar a ningún museo porque, en ellos, también vemos autenticidad, exclusividad, elegancia y delicadeza. Y así, convertidos en piezas únicas, casi en esculturas, llegan a tus manos Jamones Blázquez. Con una estructura homogénea, firme y compacta. Perfectos en el corte gracias y poco fibrosos gracias al ejercicio que los animales que se alimentan de bellotas y se ejercitan para conseguirlas. Una grasa que al contacto de nuestros dedos parece diluirse pero que llega con un grado de dureza idóneo al paladar. Ya solo queda disfrutarlo y saborearlo.

De pequeños, cuando nuestros padres o nuestros abuelos nos daban esa loncha recién cortada, no éramos conscientes de la todo lo que tiene que suceder hasta llegar a ese momento tan placentero. Solo sabemos que nos gusta lo que sentimos. Ahora sabemos que esa loncha recién cortada llega a nuestras manos gracias a las muchas manos que miman cada pieza en el proceso de elaboración.



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